LA PROVINCIA


Una piedra se cruzó en la vida de David

El jugador falleció ayer a consecuencia de un infección vírica originada en el brazo izquierdo

JUAN PEDRO BORREGO. Las Palmas de Gran Canaria.
David García Rodríguez se había estirado una vez más para intentar frenar el balón que rodaba hacia la portería que defendía en el denominado campo de La Montaña, en las instalaciones del barranco de La Ballena. Pero una piedra, situada en la superficie del duro terreno de juego donde los muchachos de su equipo se entrenaban, se interpuso en su camino y en su vida. No sabía el joven jugador del cadete B del Huracán que a sus catorce años en la misma estirada que tantas veces había repetido en las sesiones de entrenamiento, en aquella del día 19 de febrero, encontraría la peor de las desgracias.
David moría ayer a consecuencia de una infección vírica en la Unidad de Cuidados Intensivos del hospital Nuestra Señora del Pino. Sus padres, Eduardo y Consuelo, así como sus dos hermanos, Eduardo y Achemencey, habían sufrido una semana en la planta sexta del hospital llena de incertidumbres, con su hijo debatiéndose entre la vida y la muerte.
El golpe que recibió aquel día 19 de febrero le produjo al joven jugador del Huracán un fuerte hematoma, "dos días antes", nos cuenta el presidente del Huracán, José Ramón Navarro, "había pasado la pertinente revisión médica de la mutualidad deportiva", sin que se le detectara ningún problema. Aparentemente, según la versión que ayer nos ofrecían los familiares y directivos del Huracán, las observaciones médicas, tanto del médico de cabecera de la seguridad social, como de urgencias del hospital del Pino, no habían detectado nada grave en él. Antiinflamatorios y descanso eran los consejos médicos para lo que simplemente se mostraba como un golpe más en la sacrificada preparación de los porteros. David, incluso, pretendía ser fiel a su equipo e intentó jugar el partido con el cono Sur siguiente al día del infortunado golpe, pero "de portero no", le dijo a su entrenador Daniel Hernández, quien recordaba esta circunstancia de un niño "callado, tranquilo y muy bueno", dicen sus compañeros, las mismas características con las que lo define su tía Rosa, "sin que puedas entender que se dice esto ahora por lo que ha ocurrido, sino porque es la auténtica verdad". Pero ni siquiera de jugador de campo David podía saltar a la cancha, "el dolor en el brazo izquierdo era superior a sus fuerzas", nos decía el entrenador.
Fue en ese momento cuando empezaba la auténtica preocupación. Al parecer, un virus -de los muchos que poseemos todos los seres humanos y que se reproduce en pocas ocasiones en nuestro interior-, había atacado la zona de la extremidad superior y se extendía por el resto del cuerpo produciendo una neumonía que no pudo superar. La UCI del hospital del Pino sería su última esperanza, después de ingresar allí el jueves 25 de febrero, sus familiares y los componentes del Huracán velaban cada día las evoluciones del jugador. Su padre añoraba, con una foto suya pegada al corazón, la fe en la recuperación de David. Pero el virus había alcanzado ya las zonas vitales del joven guardameta del Huracán, y a las 9.30 horas de ayer su cuerpo se rendía definitivamente en el último partido que no pudo ganar.
Eduardo García, padre de David, mantenía aún en su cabeza la creencia de estar viviendo un mal sueño, "creo que aún no soy consciente de lo que nos está pasando a mí y mi familia en estos momentos". No reaccionaba Eduardo García ante la gravedad de los acontecimientos , pero sí era consciente de que no sería excusa para "seguir trabajando aún más por el deporte y que cosas como las que le han ocurrido a mi hijo no le vuelva a ocurrir a otros niños".
El padre criticaba el estado de los campos de fútbol, inconsciente aún de por qué motivo había dejado de existir su hijo. En su casa, los recuerdos de David le servirán para mantener viva la imagen de un jugador, que el pasado verano estuvo tentado de quedarse a jugar en el Salamanca cadete, equipo con el que llegó a entrenarse en la época estival en el propio helmántico. Pese a ser natural de esta tierra, al final decidió regresar a casa, donde tenía a su pléyade de amigos que ayer se acercaban para llorar amargamente el fallecimiento de un niño apreciado.